La noticia de que Andy López Beltrán, secretario de Organización de Morena e hijo del ex presidente Andrés Manuel López Obrador, adquirió una obra de la renombrada artista japonesa Yayoi Kusama por medio millón de pesos en marzo de 2024, ha desatado un torbellino de especulaciones y debates. La pieza, enviada desde la galería Manabia Fine Arts en Japón hasta el departamento que el expresidente López Obrador compró en 2002 y heredó a sus hijos, no solo pone en el centro de la conversación el gusto por el arte, sino también las implicaciones éticas, políticas y sociales que rodean esta compra.
Por un lado, no hay nada intrínsecamente reprobable en que una persona adquiera una obra de arte, sin embargo, cuando el comprador es una figura pública como López Beltrán, hijo de un expresidente que hizo de la austeridad y la lucha contra la corrupción una bandera política, la adquisición levanta cejas. Yayoi Kusama, con su estilo único de lunares y exploraciones sobre el infinito, es una de las artistas más cotizadas del mundo. Su trabajo no solo es estéticamente impactante, sino que también representa una inversión cultural y económica.
El contexto importa. Morena, el partido que López Beltrán representa como secretario de Organización, se ha posicionado como defensor de los valores de la “austeridad republicana”. Durante el sexenio de López Obrador, se promovió un discurso de frugalidad, donde el lujo y el exceso eran vistos como símbolos de una élite desconectada del pueblo. En este marco, gastar medio millón de pesos en una obra de arte, por más valiosa que sea, puede percibirse como una contradicción.
¿Es coherente que un líder de un partido que aboga por la justicia social invierta una suma tan significativa en un bien de lujo? Esta pregunta no busca criminalizar el gusto por el arte, sino cuestionar la consistencia entre el discurso político y las acciones personales.
Además, la procedencia de los fondos para esta compra es un punto que no puede ignorarse.
Aunque no hay evidencia pública de irregularidades, la falta de transparencia sobre cómo López Beltrán financió esta adquisición alimenta las sospechas en un país donde la desconfianza hacia las figuras públicas es casi un reflejo.
La galería Manabia Fine Arts, reconocida por manejar piezas de alto valor, no está bajo escrutinio, pero el hecho de que la obra haya sido enviada al departamento heredado por el expresidente añade un matiz adicional: la percepción de que la familia López Obrador, a pesar de su discurso de humildad, mantiene un estilo de vida que no todos los mexicanos pueden imaginar.
Por otro lado, es importante considerar el valor cultural del arte, adquirir una obra de Kusama no es solo un acto de consumo; es también una forma de preservar y promover el legado de una artista que ha desafiado normas y fronteras. En un mundo ideal, nadie cuestionaría la compra de arte por parte de un político, siempre que los fondos sean lícitos y declarados. Sin embargo, México no es un mundo ideal. La desigualdad económica y la historia de corrupción en el país hacen que cualquier gasto ostentoso por parte de figuras públicas sea examinado con lupa.
En última instancia, este episodio pone de manifiesto una tensión eterna: la delgada línea entre lo personal y lo público. Andy López Beltrán tiene derecho a gastar su dinero como desee, pero como figura política, sus acciones no existen en un vacío. Cada decisión, desde la compra de una obra de arte hasta el lugar donde esta se exhibe, lleva consigo un mensaje.
En un país donde millones luchan por cubrir necesidades básicas, el medio millón de pesos invertido en una Kusama no pasa desapercibido.
La pregunta no es solo si López Beltrán puede permitirse esta obra? sino si el mensaje que envía al hacerlo está alineado con los principios que dice defender. Mientras no haya claridad sobre los fondos y las intenciones detrás de esta compra, la sombra de la duda seguirá creciendo. En un México polarizado, donde el arte y la política se cruzan, las respuestas no son blancas ni negras, pero las preguntas son inevitables.
@juanpueblo