El huracán Melissa, el más poderoso registrado en la historia reciente de Jamaica, tocó tierra este martes como un monstruo de categoría 5 con vientos de hasta 295 km/h, dejando un rastro de destrucción que amenaza con paralizar el sistema de salud de la isla caribeña. Seis hospitales clave reportan daños estructurales graves, mientras que el balance preliminar de víctimas asciende a al menos tres muertos y decenas de heridos, en lo que el primer ministro Andrew Holness ha calificado como “el peor desastre natural en 174 años”.

El ojo del ciclón impactó directamente en el distrito de St. Elizabeth, en el suroeste de la isla, donde las ráfagas de viento y las lluvias torrenciales –hasta 1.000 mm en las zonas montañosas– han convertido calles en ríos y comunidades enteras en zonas aisladas. Entre los centros médicos más afectados se encuentra el Hospital Black River, cuyo bloque administrativo perdió completamente su techo, aunque pacientes y personal médico fueron evacuados a tiempo y resultaron ilesos. Otros cuatro hospitales, incluyendo el Infantil Bustamante en Kingston y el General Savanna-la-Mar en Westmoreland, sufrieron afectaciones estructurales y cortes de energía generalizados, complicando la atención de emergencia en un momento crítico.
“Un funcionario informó que el huracán Melissa provocó daños considerables en cuatro hospitales clave de Jamaica”, detalló un reporte de última hora desde la isla, donde los servicios de emergencia luchan por restablecer el acceso a la atención médica en medio de apagones que afectan al 35% de la población. Imágenes y videos circulantes en redes sociales muestran techos volados, equipos médicos expuestos a la intemperie y pacientes trasladados a refugios improvisados sin suministro eléctrico. Sin embargo, autoridades jamaicanas han advertido sobre la circulación de imágenes falsas que exageran la magnitud de los destrozos, instando a la población a verificar fuentes oficiales.
El ministro de Salud, Christopher Tufton, confirmó los daños en los seis hospitales afectados y decretó un estado de emergencia sanitaria que suspendió todos los servicios electivos y de hospitalización no esenciales.
“La seguridad de nuestros visitantes y ciudadanos es primordial”, enfatizó el ministro de Turismo, Edmund Bartlett, al anunciar que cerca de 25.000 turistas fueron evacuados preventivamente, en un sector que representa el 33% del PIB jamaicano. El primer ministro Holness, en un mensaje televisado desde un búnker en Kingston, declaró: “Nada resiste un huracán de categoría 5. Estamos evaluando daños que podrían tomar semanas en cuantificar, pero nuestra resiliencia nos definirá”.
Más de 50.000 jamaicanos fueron evacuados en las horas previas al impacto, un esfuerzo coordinado por el gobierno que incluyó el cierre de escuelas y la activación de refugios en iglesias y centros comunitarios. Tres muertes se reportan hasta el momento –dos por colapsos de estructuras y una por ahogamiento en inundaciones–, aunque cifras podrían elevarse conforme avanzan las labores de búsqueda. En redes sociales, el senador jamaicano Matthew Samuda describió la situación en Black River como “más que crítica”, con pacientes y personal médico buscando refugio mientras los cortes de energía paralizan operaciones.
La comunidad internacional observa con preocupación este nuevo golpe al Caribe, recordando desastres como el huracán Beryl de 2024. Vuelos con ayuda humanitaria, incluyendo alimentos y suministros médicos, podrían despegar desde Estados Unidos el jueves, según fuentes gubernamentales. Mientras Jamaica comienza la ardua tarea de reconstrucción, el eco de Melissa resuena como un recordatorio brutal del cambio climático: tormentas más intensas y frecuentes que ponen en jaque la frágil infraestructura de las naciones insulares.
Por ahora, el llamado es a la solidaridad global. Organizaciones como la Cruz Roja y la ONU han abierto canales para donaciones, y el gobierno jamaicano urge verificar información para evitar el pánico.
 
		
