El ciclismo francés y el deporte mundial están de luto. Charles Coste, el último superviviente francés de los Juegos Olímpicos de Londres 1948 y medallista de oro en persecución por equipos, falleció este domingo a los 101 años, según confirmó la Federación Francesa de Ciclismo (FFC).
Nacido el 8 de febrero de 1924 en Marsella, Coste se convirtió en un símbolo de la resiliencia gala en la posguerra. En los Juegos de Londres, celebrados en 1948 sobre las cicatrices aún visibles de la Segunda Guerra Mundial, el joven marsellés de 24 años integró el cuarteto francés que conquistó el oro en la prueba de persecución por equipos de 4.000 metros. Junto a sus compañeros Pierre Adam, Serge Blusson y Fernand Decanali, superaron en la final a la potente Italia, deteniendo el crono en 4 minutos y 49 segundos.
Aquella victoria no solo representó el primer título olímpico para Francia en ciclismo en pista desde 1936, sino que marcó el inicio de una era dorada para el velódromo galo. Coste, conocido por su potencia en las subidas y su elegancia sobre el sillín, compitió profesionalmente hasta 1959, acumulando victorias en clásicas nacionales y un subcampeonato mundial en 1949.
Tras colgar la bicicleta, Coste se mantuvo vinculado al deporte como entrenador y dirigente. Fue presidente del Vélo Club de Levallois durante décadas y un habitual en las ceremonias olímpicas, donde su presencia evocaba la épica de posguerra. En 2021, con 97 años, portó la antorcha olímpica en los relevos previos a Tokio, recibiendo una ovación que resumía su estatus de leyenda viva.
“Charles era el puente entre el olimpismo heroico y el moderno”, declaró Michel Callot, presidente de la FFC. “Su longevidad no solo fue física, sino un testimonio de disciplina y pasión”.
La causa exacta de su fallecimiento no ha sido revelada, aunque fuentes cercanas indican que ocurrió de forma pacífica en su residencia de las afueras de París. Coste deja dos hijos, cuatro nietos y una nación que lo recordará pedaleando hacia la inmortalidad en el óvalo de Herne Hill, aquel verano londinense de 1948.
Con su partida se cierra definitivamente el capítulo de los olímpicos franceses de la XIV Olimpiada. El velódromo guarda silencio, pero su eco resuena en cada pedalada.
		
